sábado, 3 de agosto de 2013

Evil Dead (2013)


Después de mucho tiempo pendiente, la película Evil Dead (2013) ha salido de mi lista, proclamándose como uno de los mejores remakes que he podido llegar a ver en lo que va de refritos de terror en los últimos años. Lamentablemente, su predecesora de 1981 no fue más que la incursión en el mundo del largometraje de Sam Raimi, al que todavía le quedaba mucho por aprender. Su resultado, por lo tanto, fue más cómico que dramático, cosa que el propio Raimi supo ver y aprovechar para sus secuelas Evil Dead II (1987) y Evil Dead III: Army of Darkness (1992), donde sus intenciones de un film serio se desvanecen y comienzan a recibir un tono burlón hecho a posta para, finalmente, dar paso a una saga catalogada como uno de los grandes iconos del cine de terror de serie B.
Ahora bien, centrémonos en la versión más reciente y atención a los spoilers, porque no me quedo corta. Un punto a favor antes de verla es el hecho de saber que Raimi no deja que cualquiera toque su película y junto con Bruce Campbell (protagonista en las antiguas) se encarga de la producción de esta. En un comienzo no me sentí del todo cómoda con alguna de las ideas que se mostraban, pero después de una serie de explicaciones logré entender, comparar y valorar algunos de los puntos de la nueva versión. En un principio no capté el porqué ni la esencia de las apariciones en el bosque, erróneamente supuse que reducirían el mal a un ser corpóreo y erré, pues las apariciones en el bosque no eran más que un reflejo de la propia persona ya poseída o apunto de serlo. Si echamos la vista atrás, en la anterior versión no corporizan el mal de ninguna manera similar, pero es algo aceptable y no mala idea si se piensa bien. Sam Raimi, como todo buen director que se precie, tiene su marca de la casa, y es que a Raimi le encanta convertir su coche (un Oldsmobile Delta 88 del año 1973 que le regaló su padre) en uno de los protagonistas de todos sus films. Así lo hace en esta película y así lo hizo en las anteriores. Una escena difícil de olvidar y bastante característica siempre ha sido la que narra como el propio bosque atrapa a una de las protagonistas e introduce sus hiedras entre las piernas de la joven. La película del 81 no conseguía realismo ninguno, cosa que esta si. Muy reseñable esa escena. Un gran acierto, sin duda. Personalmente, una de las escenas que más eché en falta se daba en primera persona a través de los ojos de la poseída cuando observaba a sus compañeros desde la trampilla del sótano. El efecto de la cámara fue alucinante y la respiración de la poseída más aun, por lo que, aunque hayan intentado tapar esa escena con unas cuantas en las que ella simplemente observa el espectáculo metida en su trampilla, siempre expectativa, vigilando y disfrutando... tiene menos mérito teniendo en cuenta las diferentes épocas de ambas películas y las veces que ha sido utilizado ya este recurso en el género de terror desde aquella. Pasando al desenlace, el final no es más que una mezcolanza de guiños y cosas nuevas que, sorprendentemente, acaba funcionando. Shiloh Fernández tiene todas las papeletas para convertirse en el Ash de nuestra época con el rol que le imponen de David, pero finalmente la acción acaba recayendo sobre la poseída (desposeída tras purificar su alma siendo enterrada en vida bajo una zarza ardiendo y siento posteriormente revivida gracias a una serie de descargas, todo muy cuestionable científicamente) y es esta la que toma el papel de Ash, haciendo lo correcto, lo acorde a la clase de personas que son los creadores de la película: Un guiño sin parangón con una motosierra y un muñón. Probablemente a todas las personas que participaban en el rodaje se les hubieran ocurrido ideas sin fin sobre como sacar ese miembro que se quedó prisionero entre coche y suelo, pero eso nunca fue lo importante. Si Sam Raimi cogió sus películas posteriores y las impregnó de ese humor que tanto consiguió producir la primera, estaba claro que él mismo necesitaba deleitarnos con ese guiño por inverosímil que fuera, porque sabía que pocas personas se lo agradeceríamos, pero las que lo hiciéramos disfrutaríamos aun más de ello. Las puertas se abren de par en par y la idea de una nueva secuela está en el aire, por lo que mi humilde opinión acaba aquí, pero el libro de los muertos seguirá siendo pintarrajeado con advertencias que probablemente sean desatendidas por los próximos infelices que lo encuentren.

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