jueves, 13 de junio de 2013

Stoker (2013)


Me cuesta reconocerlo tanto como me alegra hacerlo. Chan Wook Park lo ha vuelto a hacer. Ha conseguido fascinarme de una manera increible. Si con Oldboy sentí algo especial, con Stoker lo he vuelto a sentir. He sentido como el mundo se me venía encima. Cada imagen, cada plano, cada color, cada diálogo, cada gesto. Tanta belleza que se escapa entre mis dedos cuando intento cerrar el puño.
Si en Oldboy consiguió engancharnos desde un primer momento con su historia, aquí deja a un lado la historia y se centra en lo visual. ¿Qué si tiene historia? Por supuesto, no he dicho que no la tuviera. Simple, pero la tiene. Si he de resumirla podría hacerlo en muy pocas palabras. Pero hay amigo... si entramos en lo subjetivo, en los sentimientos, en las emociones. Las palabras se pelean por salir de mi boca, pero cuando están apunto de hacerlo, ninguna es suficiente y se echan atrás.
Mia Wasikowska se defiende en su oscuro papel, pero sin llegar a caer del todo en esa oscuridad. Solo baila con ella. Y con nosotros, claro. Helado de chocolate y vainilla, un piano, unos tacones, unas gafas de sol y 18 cajas de zapatos son lo único que una joven que acaba de cumplir la mayoría de edad necesita para salir a cazar al animal más difícil de comprender: el hombre. Una frase con muy poco sentido que sirve para describir toda una historia de una forma un poco especial.
Wentworth Miller la escribe dejándonos a todos atónitos. Pensadlo, Michael Scofield pasa de dibujar en su propia espalda de forma permanente los planos de la cárcel en la que su hermano está prisionero, a escribir una historia que contará con las influencias coreanas de Chan Wook Park y los hermanos Scott para llevar a cabo algo que me atrevería a llamar obra de arte visual, pero que no lo hago por no pillarme los dedos.

Ojo, el trailer no le hace justicia.

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