
A veces las acciones, los sentimientos o las intenciones simplemente no calan en otra persona. Parece que si, pero en ocasiones no son más que vanos esfuerzos que se quedan en una corta intención fruto de esa extraña insensibilidad emocional que parece perseguir a muchas personas, en algunas convirtiéndose finalmente en un teatrillo, y en otras, dejando una huella silenciosa que no airean por ahí, pero que las vuelve diferentes, únicas y tan estables como inestables. Es bonito cuando alguien las ve o tiene la capacidad de verlas, pero también es triste lo que puedan llegar a ver. Es triste mirar a la otra persona y que sus ojos te digan: "Si, así es. Socialmente me repugno, pero personalmente me fascino." o al revés. Y lo frustrante que es ser tú mismo el que observa y no ver más allá de toda esa esponjosa amabilidad que oculta un grueso muro con grietas producidas por palabras y ojos ajenos. Los ojos saben bien como martillear un buen muro, si os dais cuenta. Lamentablemente nunca planificamos la batalla y es más sencillo atacar con la palabra. Así nos va, cientos de heridos a nuestro paso y la contienda más larga de nuestras vidas que se lleva a estas en el trascurso. Al final todo se reduce a una ruda metáfora del amor, pero, ¿el qué sentimos hacia nosotros mismos o el que sentimos hacia los demás? No importa. Sigue siendo una dura batalla y seguiremos al pie del cañón. Yo desde luego si.
No hay comentarios :
Publicar un comentario